La uva y sus vinos: garnacha
¿Quién apostaba por la garnacha hasta hace 25 años? Nadie
La garnacha se extendió con facilidad en prácticamente toda la geografía española por Aragón, Navarra, Cataluña, así como en el interior de la península. Su cultivo en zonas con climas más cálidos permitía a los productores “relajarse” más que en climas más frescos, así que en algunos casos eran consideradas unas cepas “olvidadas” en la viña hasta el momento de la vendimia. Sin duda, como resultado de una maduración tardía, perfecta para un clima cálido como el nuestro. Una variedad que, al terminar su fermentación, adquiría una “mayoría de edad” por su carácter de vino maduro y entero. Era la reina de la suavidad en unos años en los que los taninos no estaban bien vistos. Era una uva necesaria pero no admirada tal y como nos cuenta nuestro fundador José Peñín en uno de sus últimos posts publicados.
Hoy felizmente nos reencontramos con esta uva nuestra. Se ha descubierto que la garnacha fue la víctima más sufridora de los miedos y de las malas elaboraciones de antaño. La fermentación controlada nos descubrió unos aromas llenos de fruta, flor y carácter que pueden perdurar más tiempo en los depósitos; las maceraciones largas y un mayor control de las mismas nos desvelan unos colores y unos taninos más sólidos, facilitando unas crianzas más seguras que las de antaño.
Hace tan solo 15 años nadie podía imaginarse que de las 601 marcas monovarietales catadas en la Guía Peñín 2021 hubiera 278 con una calificación de 90 puntos para arriba. Sobre este número de vinos, se han seleccionado los 3 mejores de cada Denominación de Origen evitando incluir más de un vino por bodega.
La garnacha es una uva polifacética, con múltiples personalidades de color, aroma y sabor dependiendo del lugar de su cultivo. Es la variedad que más cambia según el suelo y el clima, así que es una uva capaz de sacarnos de la atonía varietal. En la siguiente lista no hemos incluido las garnachas integradas en las IGP regionales, ni tampoco las acogidas a “Vinos de Mesa”, con objeto de expresar la geografía de cada D.O. a partir de las marcas seleccionadas.
En esta zona convergen las provincias de Toledo, Ávila y Madrid con sus respectivas D.O. como Méntrida, Cebreros y Vinos de Madrid. En las tres encontramos suelos graníticos que están desmenuzados en trozos con gran proporción de sílice, aunque también pizarras, como en el caso de Cebreros, que al conservar por la noche el calor diurno favorecen una mayor maduración. La altitud de los viñedos oscila entre los 676 metros de San Martín de Valdeiglesias, los 900 de las laderas de Méntrida y los 1000 en Cebreros, una altitud que juega un papel importante en la definición del estilo final del vino. Nos encontramos ante un paisaje de matorral de sierra mediterránea.
En Cebreros las mejores uvas son cultivadas en las zonas más altas y el paisaje vegetal es semejante a las otras dos zonas.
En la zona de Méntrida que asciende a Gredos y San Martín de Valdeiglesias sus vinos son de color granate claro, de reflejos brillantes, con aroma de hierbas secas de monte, matorral y tierra seca, frutosos, de cuerpo medio a ligero, con un cierto toque silvestre y con recuerdos de frutos rojos gracias a que su maduración se ve menguada por sus suelos arenosos que enfrían rápido por la noche. Los vinos de Cebreros son algo más intensos de color, sensiblemente más cálidos, con el toque quemado y grafito de su aroma, pero siempre con el matiz silvestre de sus vecinos, aunque con paladar de frutos negros maduros que se tornan a balsámicos y florales si la viña vegeta en las parcelas de mayor altitud.
Reseñamos la mejor garnacha de cada D.O. en Gredos.
En la zona cercana al Moncayo se cultiva en suelos de pizarra y en el llano predomina la caliza mezclada con piedras y arcilla. Sus vinos son intensos de color y corpóreos, con sabores y aromas de frutos negros maduros y fondo grafito-mineral, cálidos. Los de las zonas más llanas de caliza y arcilla son menos contundentes y sin la expresión varietal del Moncayo. Nos encontramos con garnachas más poderosas e intensas, masticables y con gran predominancia del método de elaboración.
Es un territorio con multitud de orientaciones y suelos de difícil separación entre unos y otros. Sus vinos son frutales, con gran expresión mineral y de constitución elevada, sabrosos y cálidos. La zona, por su calidez ofrece un alto nivel alcohólico, sin embargo los elaboradores son capaces de equilibrarlo y mostrarnos vinos varietales y con un marcado acento del suelo. Nos encontramos nuevamente ante unas garnachas poderosas que no nos dejarán indiferentes.
Abundan los suelos pedregosos arcillocalcareos y de viñedos más jóvenes y, por lo tanto, con menor riqueza de matices. Los de la plana de Cariñena son frutales y cálidos con expresión media. Los más sutiles nos muestran el carácter floral de esta variedad, acompañado de la estructura garnachera aragonesa.
Aunque los suelos son de constitución generalmente arenosa y, por lo tanto, con maduraciones de la uva más contundentes, el clima algo más fresco y lluvioso lo compensa. Por ello, produce garnachas con expresión madura y algo confitada, pero con matices balsámicos de frutos rojos, algo cercano a los de Terra Alta. Lo más llamativo de las garnachas de esta parte de la península es el carácter silvestre que muestra, con recuerdos a flores salvajes del campo.
Los vinos más interesantes de garnacha son los que proceden de suelos calizos. Son elegantes, de color algo más abierto que los aragoneses y de gran expresión varietal y frutal, algo cálidos, con un cuerpo más ligero y de paladar muy sabrosos. Garnachas de esencia puramente mediterránea, ricos en aromas a campo, a tierra y a sol. Suelen ser elegantes en boca a pesar de tener una buena dosis de alcohol.
Las garnachas más finas y frutales se hallan en la franja norte del viñedo navarro y en las terrazas de San Martín de Unx de suelos arcillocalcáreos y cierta altitud. Las garnachas son las más frescas, balsámicas y frutosas, de color oscuro y con cierta elegancia.
Los tintos proceden de suelos pizarrosos y los más sabrosos y cálidos son los de las zonas bajas mientras que los de zonas altas algunas con suelos calizos son más elegantes y algo menos potentes. Los más extendidos son intensos de color, toques quemados y minerales, potentes, carnosos.
Es curioso cómo las mejores garnachas procede del feudo de la tempranillo, es decir, la Rioja Alta y además de las zonas más altas y frescas con son Badarán, alto Najerilla y en las elevaciones cercanas a Santo Domingo de la Calzada. Una variedad que, en un principio se siente más cómoda en zonas cálidas como en la Rioja Oriental, antiguamente Rioja Baja. Una zona que, por otra parte, con un mayor cultivo de esta casta en cambio no produce garnachas de cierta consideración si no va mezclada con otras. Sin embargo, las marcas más puntuadas se benefician de la complejidad de microclimas cercano al límite de cultivo y, por lo tanto, la garnacha rebosa unos aromas balsámicos, a frutos rojos, con una frescura inusual pero sorprendentemente con una graduación elevada que apenas se percibe.
Los más sugestivos son los procedentes de suelos de “panal”, que es una combinación de arena, caliza y arcilla suelta. Los tintos aunque con el toque mediterráneo son de constitución ligera, frutales, terrosos, agradables de beber, con ciertos recuerdos de hierbas silvestres.
¿Quién apostaba por la garnacha hasta hace 25 años? Nadie
Hoy les presentamos los diez mejores vinos tintos de garnacha con Cinco Estrellas en la Guía Peñín 2017.