El volcán que propició el declive del Canary Sack
La erupción volcánica de la isla de La Palma pone sobre el tapete el drama de convivir con esta Naturaleza agresora. No hay que olvidar que Canarias no son islas donde hay volcanes sino son los volcanes que crearon islas. Esa es la mochila que cargan sus habitantes cuando la tierra escupe fuego.
Desconozco las consecuencias en la economía agrícola que este fenómeno va a producir en La Palma. Por lo menos la producción platanera se resentirá y algún viñedo puede haberse afectado. Sin embargo, sí sabemos lo que el volcán Montaña Vieja en la isla de Tenerife con la destrucción de Garachico, significó para el declive del floreciente comercio del famoso Canary Sack. Este volcán tiene cierta similitud con el de Cumbre Vieja de la isla de La Palma porque no brotaron en las cumbres principales de las dos islas sino en sus respectivas laderas. No es lo mismo la destrucción del viñedo bajo la lava, que todo un puerto con las bodegas de almacenamiento de vino, conventos y palacios como ocurrió en Garachico.
Cuando a finales del siglo XV terminó la conquista de Tenerife, el Adelantado don Alonso Fernández de Lugo hace el reparto de las tierras adjudicadas cediendo a tres banqueros genoveses, entre ellos Cristóbal de Ponte, un lugar privilegiado en donde fundaron Garachico en 1496. Ponte fue el avispado banquero que presentía que aquel lugar en forma de herradura conformando una ensenada natural, podría convertirse en el principal puerto de embarque de la caña de azúcar antes de que un agricultor portugués, Fernando Castro, plantara la primera viña de la isla, y así sucedió en 1582.
El esplendor de Garachico
El puerto de Garachico lo definía muy bien Fray Juan de Abreu Galindo en 1590 en su obra inconclusa Historia y descripción de las siete Islas Canarias: “Puerto clásico, como una herradura, al entrar muy angosto que no puede entrar más que un navío solo empero muy hondable y dentro del puerto es capaz para muchos navíos”. Pero Garachico tenía una ventaja, su comarca (Daute) era rica en azúcares y viñedos, por lo que se consolidó como un puerto clave en el comercio del vino en los siglos XVI y XVII. El día 5 de mayo de 1706, un volcán arroja sobre el lugar la lava destructora. Garachico perdió así su puerto y su prosperidad. La capacidad de la ensenada quedó reducida a la mitad y los Malvasías debían buscar otras salidas, otros puertos. Garachico era la puerta natural de las comarcas de Icod y Daute. Fue el puerto principal de la isla durante el siglo XVI y comienzos del siglo XVII, muy relacionado con el Norte de Europa, la América española o portuguesa y el golfo de Guinea.
Garachico a comienzos del siglo XX
En el siglo XVII sus calles resplandecían de palacios y conventos con una población de 3000 habitantes (que se quedaron en 500 después del volcán). Poco a poco llegan a Canarias las familias de comerciantes bretonas y portuguesas que se instalan en Garachico, puerto natural de la vertiente norte de Tenerife. Según Agustín Guimerà en su excelente informe sobre los Puertos del Vino señala: “Los edificios que evocan todo un mundo desaparecido, cuando las islas enviaban sus vinos y aguardientes a destinos lejanos: La Habana, La Guaira, Londres, Jamaica, Nueva York, Bombay o Guinea. En torno al patio de piedra, se levanta una construcción de dos y tres plantas, con sus galerías de tea, en donde convergen las antiguas bodegas y almacenes de la planta baja, la escribanía de comercio en el entresuelo y la vivienda de los dueños en la planta alta. Algunas poseen todavía el mirador, desde donde se oteaba el océano y los barcos”.
Estas familias conformaban un abigarrado mosaico de hombres y mujeres que gustaban del riesgo y de la vida junto al mar; unos huyen del avance otomano y otros buscan un puente con América. Garachico fue el lugar escogido por estos pioneros para levantar un emporio que, durante el siglo XVI y XVII, fue, como antes decía, el principal puerto de embarque de la mítica malvasía tinerfeña que los ingleses denominaron Canary Sack. La imagen de centenares de pipas almacenadas en el puerto, como también las fachadas de las oficinas de los comerciantes frente al muelle, era un retrato exacto del trasiego vinícola de la Vilanova de Gaia de Oporto que naciera un siglo más tarde. Fue el lugar escogido por los pioneros en el comercio de malvasía, siendo uno de ellos Melchor Ponte, posiblemente familiar del fundador. Ni el Puerto de la Cruz ni el de Santa Cruz de Tenerife tenían la notoriedad del de Garachico durante los siglos XVI y XVII. En este último siglo había 20 firmas comerciales y 158 mercaderes ingleses. La producción de vino aumenta vertiginosamente hasta el punto de que en 1665 los ingleses fundan la Compañía de Canarias de breve y accidentada historia. Una compañía que no gustó desde el principio ni a canarios ni a ingleses. La Cámara de los Comunes británica protestó vehementemente por lo que consideraba un nuevo monopolio que no comprometía ninguna reducción en el precio del vino. Los comerciantes ingleses que no habían podido ingresar en la compañía siguieron vendiendo el vino malvasía de contrabando y la confusión desembocó a los pocos meses en una decisión del Cabildo insular que solicitaba la expulsión de todos los comerciantes y corresponsales ingleses, así como la prohibición de cualquier venta de vino a los mercaderes incorporados a la compañía.
La lava lo invade todo
Una noche en enero del año siguiente algunas cuadrillas de enmascarados recorrieron las calles de Garachico profiriendo gritos y amenazas contra los ingleses, entraron en las bodegas y rompieron las cubas que había preparadas para la exportación derramando el preciado líquido que corría por las calles. Este episodio culminó con la guerra fría comercial y es conocido como el “derrame del vino”. El Gobierno de Londres suspendió a continuación las relaciones con Canarias en virtud del mal trato recibido por sus súbditos, lo que legitimaba de hecho el contrabando de vino ya existente.
No se cuestiona el esplendor de Garachico en esa etapa de diplomacia tormentosa y aunque la producción de vino aumentó vertiginosamente a lo largo del siglo XVII, la expulsión de los ingleses rematado con el episodio del “Derrame del Vino” serían los primeros aldabonazos de una década maldita para la isla cuando llega el siglo siguiente. En 1703 Inglaterra y Portugal firman el tratado de Methuen que favorece a los intereses de Oporto y Madeira y el comienzo de las preferencias británicas por sus vinos. Cuatro años después, la Montaña Vieja despierta de su sueño volcánico cuando al oír los truenos telúricos todos miran al imponente Teide que está callado. Tres lenguas de lava atraviesan Garachico, sepultan la mayoría de las bodegas e inutilizan la dársena del puerto. La lava cubre gran parte de la ensenada que era la joya de Garachico convirtiendo el esplendor de sus muelles en un simple fondeadero de pescadores. Con la paz de Utrecht, Tenerife volvió a levantar cabeza, aunque no Garachico, desviándose el comercio por el Puerto de la Cruz. Garachico, como una segunda Pompeya, había perdido el tren de la historia. Los ingleses regresaron a la isla con la conciencia intranquila por habernos escamoteado Gibraltar en Utrecht y la isla empezó a mirar también al otro lado del Atlántico donde había interesantes mercados como Boston y Filadelfia que cambiaban malvasía por madera para duelas, harina, cera y alquitrán del bueno.