El sol que ilumina el vino en México
Recién acabamos de publicar las últimas catas del vino mexicano desarrolladas en el país azteca, desde hoy disponibles gratuitamente para usuarios registrados, y su paso por nuestras copas nos deja interesantes reflexiones.
Mucho ha cambiado la película desde que la Guía Peñín aterrizara en México por primera vez en el año 2010. Para empezar, la muestra de vinos analizados por la Guía se ha disparado, alcanzando la nada desdeñable cifra de cerca de 400 vinos, un hito en la valoración de vinos mexicanos, en un país en proceso de desarrollo vitivinícola.
La principal diferencia del antes al ahora es la tendencia a elaborar vinos de mayor calidad, centrándose sobre todo en la parte intermedia de la pirámide cualitativa, antiguamente poco desarrollada. Puede parecer un tema menor, sin embargo, esta base es la que cimienta el futuro trabajo de las bodegas (vinícolas), hacia un modelo progresivo, sólido y cualitativamente más sostenible. No solo esta base se ha visto fortalecida, igualmente los vinos a partir de 90 puntos también se han visto incrementados, un acontecimiento todavía más positivo. Presumiblemente, muchos de estos vinos serán la futura élite vitícola del país aunque todavía queda mucho camino por recorrer para llegar a perfilar perfectamente el estilo de determinadas zonas, el valor del suelo, clima, variedades y la personal interpretación de cada lugar por un grupo indeterminado de valientes.
De momento no hemos podido valorar ningún vino de Podio, es decir, con puntuaciones a partir de 95 en adelante, lo que significa que México deberá trabajar con más esfuerzo en la consecución del estilo propio de sus vinos para poblar con grandes elaboraciones este segmento cualitativo.
Y es que a nivel general siguen haciendo falta proyectos que suban aún más el nivel (y la puntuación) de los vinos y que apuesten por mostrar más las notas frutales, balsámicas y herbales de las diferentes variedades, en vez de apostar por matices maduros (en ocasiones sobremaduros) y el abuso de la madera y notas terciarias. El estilo más desarrollado a día de hoy en el país es el del clásico bordelés (madera, madurez, estructura, cueros, café) y poca expresión frutal fresca. Echamos en falta proyectos más arriesgados que apuesten por mostrar cosas diferentes, que enriquezcan la diversidad de sus vinos y ofrezcan otra visión más del vino mexicano.
Son las bodegas más nuevas las que deberían investigar sobre esta diversidad de varietales y estilos. En España hizo falta mucho tiempo darse cuenta de que no todo era madurez, extracción y exuberancia, y todavía cuesta en algunas regiones; sin embargo, cuando las bodegas comenzaron a generar esa ruptura se abrió un abanico estilístico que, a día de hoy, está dando grandes resultados en zonas donde no se esperaba.
Año a año hemos observado cómo distintas regiones de México han ido retomando la actividad vitivinícola, mientras otras zonas que nunca dejaron de elaborar vino han fortalecido tanto su producción (número de hectáreas plantadas), como la calidad de sus vinos.
Este año hemos catado vinos de Aguascalientes, Baja California, Chihuahua, Coahuila, Guanajuato, Querétaro, San Luis Potosí y Zacatecas. En esta nueva convocatoria, la participación de vinos de México se ha diversificado, a diferencia de hace 7-8 años en que la mayor participación (poco más del 90%) se concentraba en vinos de Baja California. La fotografía del vino mexicano es hoy más amplia y diversa, lo que ofrece multiplicidad de caminos a la hora de ofrecer vinos de diferentes estilos, aunque no todos los productores lo estén aprovechando.
Baja california, el motor vitícola del país
Baja California es, por derecho propio, la gran zona vitícola del vino mexicano a día de hoy. Aquí se concentran el grueso de bodegas y de la producción de vino mexicano. Sus bodegas son, en gran medida, responsables del florecimiento de esta industria en todo el país. Desde nuestra primera visita a esta región productora nos dimos cuenta de que el epicentro del cambio vendría de aquí, y así está siendo, con el permiso del resto de regiones productoras del país.
El por qué es claro. La confluencia de un buen número de bodegas les ha permitido aunarse y hacer su voz más audible, lo que se ha transformado en cambios importantes para la industria del vino, y, lo que es más importante, en el germen que se extiende por el resto del país y que provocará, esperamos que más pronto que tarde, el gran cambio que México necesita a nivel legislativo. En este sentido, no todo está siendo positivo en el país. Llevamos años viendo cómo la industria parece que va dar el paso definitivo, con reglamentaciones que permitan garantizar el marco de las regiones productivas, pero que no acaban de llegar. En nuestras conversaciones con bodegueros, las de hoy y las de hace unos años, siempre parece que el click está a punto de generarse, sin embargo el tiempo avanza y el cambio no llega.
Aunque no hay ninguna corriente a favor del modelo de Consejo Regulador, sí hay un gran movimiento que está llevando a la industria vitivinícola a unirse para organizarse de mejor manera. La mayoría agrupándose en asociaciones vinícolas por región-estado, buscando promover en conjunto la identidad de los vinos por región.
Mientras todo esto sucede se consolida la participación activa de México en la OIV, volviendo a tomar su silla en diversos comités técnicos y de investigación. Y en términos educativos, son ya varias las universidades que han formalizado estudios de Viticultura y Enología, como la Universidad Autónoma de Baja California.
El vino mexicano a examen
Baja California aglutina 4 de los cinco vinos mejor valorados este año en las catas de México; Monte Xanic Gran Ricardo 2016 (Monte Xanic), Santos Brujos Tempranillo 2016 (Santos Brujos), T. F. Rubio 2017 T R (Bodegas F. Rubio) y Chenin Centenario 2018 B R (Bodegas Henri Lurton), todos ellos merecedores de 93 puntos, y representantes de dos líneas de trabajo, la de la búsqueda del gran vino a través del ensamblaje de variedades, como es el caso de Monte Xanic y Bodegas F. Rubio, y también del trabajo del monovarietal expresivo, como es el tempranillo de Santos Brujos y el Chenin Blanc de Henri Lurton, elaborado a la bordelesa.
El otro gran vino del año, proviene de la región de Cohauila. Se trata de una bodega que cuenta con viñedos a 1700 metros de altura en el Valle de Parras. Allí crecen las uvas de syrah, cabernet y tempranillo que originan el Parvada Reserva 2018 que nos cautivó en la mesa de cata.
Como novedad, este año se sumaron a la Guía Peñín de los Vinos de México los vinos del Estado de Chihuahua, con la participación de vinos de 12 bodegas, varias de ellas aún sin comercialización pero con planes de salir al mercado el próximo año.
Algunos de los vinos catados de esta zona nos han mostrado una faceta muy interesante. En esta zona se encuentran viñas plantadas entre los 600 y los 2080 metros de altitud, lo que permite al bodeguero buscar una mayor frescura en sus elaboraciones. Desgraciadamente, muchas bodegas se empeñan en someter a sus vinos a excesivas cargas de madera, lo que acaba de restar importancia al carácter varietal, de suelo y a su frescura. Sin embargo, el potencial de explorar estos caminos está ahí y estamos seguros de que pronto muchas bodegas empezarán a recorrer estos senderos. De momento hemos encontrado dos bodegas que nos llamaron la atención, Vinos Santa Clara, con su vino Pecus 2016 (91 puntos), un tempranillo plantado a más de 2000 metros de altitud, y la bodega Encinillas, con vinos como Anxelin Syrah 2017 o Asis Reserva 2017 (syrah y merlot), ambos con 91 puntos.
Este año hemos apreciado un importante incremento en el número de etiquetas de vinos rosados. Cuando recién llegamos a catar los vinos mexicanos en 2010, la elaboración de rosados de calidad era todavía una tarea pendiente. En los últimos 5 años ha aumentado tanto el número de etiquetas, como sus estilos y calidad. En cuanto a sus perfiles, destacan los monovarietales de garnacha en Baja California, y los de Syrah en Coahuila, así como la mezcla de garnacha + mourvedre. Este año se han sumado también algunas variedades italianas para los rosados como sangiovese y nebbiolo.
En cuanto a blancos continúan predominando los monovarietales de sauvignon blanc y chardonnay y, en menor cantidad, chenin blanc.
Percibimos en la añada 2017 excelentes vinos, con mayor elegancia y frescura. Fruta más fresca, aromas minerales en muchos casos. Este año llovió lo que no había llovido en 9 años en México y en particular en Baja California.
Está siendo sorprendente la consolidación que está experimentando la uva malbec en diferentes regiones productoras de México como Aguascalientes, San Luis Potosí, Chihuahua, Coahuila y Baja California con rangos de puntuaciones que oscilan entre los 88 y 92 puntos.
La mejor manera de que el vino mexicano pueda subir más peldaños desde un punto de vista cualitativo es que los productores dejen de abusar de la sobremadurez, que, junto al exceso de notas especiadas y tostadas de la madera, hace los vinos sensiblemente pesados, homogéneos y golosos. Es un buen momento para que los viticultores y enólogos apuesten de una manera más clara por varietales o bien por estilos de elaboración que den más protagonismo al aspecto primario, frutal y herbal de esas uvas. Esta diversidad hará que se abran diferentes estilos y que crezca mucho más la dimensión del vino mexicano en el mundo.