Las tribus del vino Balear
El de las Islas Baleares fue uno de nuestros últimos viajes de cata antes de que estallase la gran bola vírica que hoy sacude al mundo entero. Hoy por fin ve la luz ese artículo que nació de las últimas impresiones de cata de la Guía Peñín y que hacemos coincidir con el lanzamiento oficial de la nueva Guía Peñín 2021 en su edición online.
Viajando en un vuelo nocturno a Palma de Mallorca, mientras uno observa distraído por la ventanilla los dibujos que hacen las luces de las poblaciones, me dio por pensar que las luces eran como grandes fogatas pertenecientes a las diferentes tribus que habitan las Islas Baleares. A pesar de los pocos kilómetros que separan unas de otras, las diferencias culturales, costumbres y formas de hacer son completamente diferentes. Así son las tribus del vino balear, aunque conviven en un espacio casi común, sus interpretaciones acerca del vino son diferentes. Por eso nos gustan tanto los vinos de estas islas, por su diversidad.
Es probable que alguno todavía no lo sepa, pero Baleares es mucho más que un lugar para el peregrinaje de turistas de todo el mundo. Estas islas poseen también una faceta vitícola muy interesante y quizá no demasiado conocida por el común de los mortales. Puede sorprender que, a pesar de sus dimensiones, las Islas Baleares poseen muchas zonas de producción protegidas: dos denominaciones de origen en la isla de mayor tamaño, Mallorca (Binissalem y Pla i Llevant); y hasta seis Vinos de la Tierra o I.G.P’s (Illa de Menorca, Eivissa, Formentera, Mallorca e Illes Balears).
Las islas producen de todo: blancos, tintos y rosados, en la obsesión cada vez más extendida de tener una cartera de vinos lo más completa posible, sin importar si lo que se ofrece es siempre realmente bueno, singular o necesario dentro de la bodega. Este fenómeno no es exclusivo del vino balear, sucede de igual manera en otras zonas de producción españolas y también del resto del mundo.
Muchas bodegas, como muchas tribus, han ido creciendo inicialmente en soledad y posteriormente han ido relacionándose con los pueblos más próximos. A veces esta proximidad es física, otra por cuestión de afinidades. Hoy les traemos algunas de las mejores tribus que existen en las Islas Baleares, un lugar que merece la pena conocer vitícolamente.
En Mallorca, la isla de mayor tamaño, se encuentran a día de hoy muchos de los mejores productores baleares. Algunos son ya una institución a nivel nacional y otros están en proceso de serlo. Can Xanet, 4 Kilos, An Negra Viticultors o Bodega Biniagual, son para Guía Peñín y a día de hoy, algunas de sus mejores credenciales.
Can Xanet (Vinos y Viñedos Tramuntana), el sueño de un loco del vino
José Antonio González es un soriano acogido por Mallorca hace ya unos cuantos años. Se trata, ante todo, de un loco del vino al que las 24 horas del día se le quedan cortas. Antiguo consejero delegado del grupo hotelero Iberostars, esta persona derrocha energía, curiosidad y determinación. A pesar de que no se considera un técnico del vino tiene perfectamente clara la tipología de vinos que le gustan y ha sido ese gusto el que ha querido trasladar a los vinos que elabora. Todos sus vinos -hasta cinco hemos catado en la presente edición de la Guía-, proceden de su única parcela Can Xanet, ubicada en Pollença y de apenas 1,6 Has.
José Antonio González, de Can Xanet
Desde sus inicios en 2009, tuvo claro que apostaría por la elaboración de vinos frescos, poco estructurados y muy ligados a la identidad varietal de la isla de Mallorca. Para ello acudió a la ayuda de un maestro en la elaboración de vinos frescos y de corte rústico-localista, como es Raúl Pérez, quien le asesoró en la definición de los vinos en su primera cosecha. Tras Raúl Pérez, llegó otra figura trascendente del mundo del vino, Dominique Roujou de Bouvee, enólogo bordelés que, a pesar de desarrollar parte de su trabajo en un mundo de vinos estilísticamente opuestos (maderas nuevas, taninos contundentes y grandes volúmenes en boca), ha sabido contribuir a la sutileza de la zona, aportando también su toque a unos vinos mediterráneos pero con vocación atlántica.
Su vino Sivila 2017 (94 puntos) ha conseguido expresar formidablemente el carácter de Mallorca. Se trata de un vino mediterráneo de vocación borgoñona pero sin pinot noir, sino con la uva gorgollassa, indígena de Mallorca. Su finura, frutalidad y elegancia lo convierten en uno de los mejores vinos mallorquines del año, una auténtica joya que goza de una singular belleza silvestre.
Otro gran ejemplo que nace en este pequeño viñedo y obtiene unos excelentes resultados ha sido Cumas 2017 (93 puntos), elaborado al 100% con manto negro, una de las variedades más importantes de Mallorca, en tanto que se ha convertido en la uva local más reconocida para los buscadores de vinos propios y singulares mallorquines. Se trata de una uva que, con bajos rendimientos, aguanta con soltura crianzas largas en barrica, aunque a la vista de los vinos catados parece encontrarse más suelta y expresiva en barricas poco tostadas e intrusivas.
4 Kilos, la obsesión por la biología en el viñedo
Esta pequeña bodega es, por méritos propios, una de las grandes bodegas de las Islas. Responsable junto con Ánima Negra de ubicar a Mallorca en el mapa vitivinícola para muchos buscadores de vinos singulares y diferenciales.
Francesc Grimalt, de 4 Kilos
Francesc Grimalt empezó junto a Ánima Negra su andadura por los vinos de varietales autóctonos como la callet, para más adelante emprender un proyecto propio bajo el nombre de 4 Kilos. Este mallorquín obsesionado por los ecosistemas y su equilibrio afronta la elaboración de vino como un constante aprendizaje, en el que, como él dice, no ha parado de equivocarse. Sin embargo no se da cuenta de que, cercano a los 50 años, ha acumulado un intenso conocimiento de los complejos equilibrios que hay que sostener en el viñedo y en la bodega para que los vinos sean buenos.
Su incansable curiosidad le lleva a experimentar en todos los campos, viña y enología, hasta el punto de enterrar una barrica con vino junto con un sensor de humedad, con el fin de ver su repercusión en la crianza, que por otra parte valoró sorprendido como muy positiva. Amante de los datos, aunque no obsesivo, busca una explicación a cada uno de sus experimentos y prueba tantas cosas como se le ocurren.
Lo cierto es que las cosas no le han ido mal, y su visión del mundo del vino ha calado en lo más profundo de los buscadores de vinos singulares, y todo ello gracias a tres vinos muy importantes para las islas como son 4 Kilos, 12 Voltios y Gallinas i Foques.
En este proyecto Francesc Grimalt no se ha obsesionado por las uvas puramente locales. Es cierto que estas son la parte más importante de su viñedo, pero ni mucho menos son las únicas. En los créditos finales de algunos de sus vinos podemos ver variedades tan universales como syrah, cabernet sauvignon o merlot. Pero esto es irrelevante, lo más importante de todo es que trabajan el vino con el concepto de ensamblaje de viñas, al más puro estilo mediterráneo. 4 Kilos 2017 (95 puntos), llegó a nuestra copa como una revelación, un vino extremadamente elegante y vibrante, con tensión moderada, arrolladoramente silvestre, floral y fresco. Se trata del vino que mejor puntuación ha obtenido en las numerosas catas que realizamos en la isla de Mallorca, totalmente merecido para un vino sincero y muy localista. De igual forma, Gallinas y Focas 2016 (94 puntos), 100% manto negro, nos arrancó una sonrisa por su singularidad y su final con tensión y estructura, un vino aplastantemente rústico y frutal, de los que te hacen gritar ¡¡¡¡que viva el campo!!!
An Negra Viticultors, los locos del callet
Entre esas lucecitas que nos llevaban a pensar en las viejas tribus isleñas, hay una que merece la pena ser destacada. Se trata del proyecto vitícola de An Negra Viticultors, una bodega que ha sabido encontrar su hueco entre los grandes vinos isleños gracias a trabajos vitícolas muy personales, centrados en dar todo el protagonismo a la variedad callet, que significa negro en mallorquín. La callet es la otra gran uva de Mallorca, una variedad que, cuidada con esmero, como hacen Miquel Ángel Cerdà y Pere Obrador aquí en Felanitx, puede ofrecer vinos muy singulares.
Este proyecto, nacido en 1994, ha sido responsable en los últimos años de buena parte de la fama que los vinos de Mallorca han conseguido en la última década. Sus dos propietarios son un derroche de energía que de alguna manera queda impreso en los vinos que elaboran.
Miquel Ángel Cerdà y Pere Obrador, de An Negra Viticultors
Respetuosos en su trabajo en viña y en bodega, tratan de embotellar el paisaje mallorquín en el que crecen sus uvas a través de vinos de ensamblaje, fundamentalmente con uvas locales como la manto negro, fogoneu y sobre todo callet, aunque también utilizan otras como la syrah, premsal, giró o moscatel en sus mezclas.
Entre sus filas cuentan con el asesoramiento de Xavier Ausás, el que fuera enólogo de Vega Sicilia durante cerca de veinte años, principal responsable del fenómeno Alión y de mantener el prestigio de una bodega icónica como es Vega Sicilia en toda su trayectoria dentro de la bodega. La presencia de Xavier Ausás ha supuesto un ligero cambio en el proyecto, no en su estilo, que sigue buscando que la isla, su clima y sus suelos dominen sobre el resto, sino en el concepto de vino con mayor perdurabilidad. Los vinos cuentan ahora con una crianza mucho más mimada y seria, entendemos que enfocada a que el vino pueda ir creciendo en botella, algo que Xavier Ausás conoce muy bien.
Bodega Biniagual, la paciencia y la mesura
Más alejado de los focos wineloveristas mallorquines nos encontramos con una bodega que siempre está ahí cuando buscamos vinos representativos y de gran calidad. Se trata de la Bodega Biniagual, cuya finca y casa de elaboración forma parte de la historia pasada y futura de la isla de Mallorca. No se trata de un proyecto minúsculo, cuentan con más de 180 hectáreas de viñas, olivares, cítricos, higos, etc. La bodega ha sabido encontrar un equilibrio entre las producciones más aperturistas e internacionales y los vinos más localistas, haciendo vinos mediterráneos puramente mallorquines, pero capaces de llegar a todos los públicos. Su monovarietal de mantonegro, Finca Biniagual Mantonegro 2018 (92 puntos), es un vino vibrante y muy representativo. Según cuentan, en su concepción también trabajaron Miquel Ángel Cerdà y Pere Obrador (An Negra Viticultors), junto con los enólogos de la bodega José Luis Seguí e Isaías Curiel.
Más allá de estos proyectos, hay otros vinos que también merece la pena catar. Xperiment 2017 (92 puntos), de Miquel Oliver Vinyes i Bodegues, nos ofrece un callet alejado del concepto de An Negra, nos muestra un callet estructurado, con una madera con cierto protagonismo que no impide que la variedad aflore. Una visión más de cómo se pueden tratar las uvas locales obteniendo un excelente resultado. El vino Gran Vinya Son Caules 2012 (92 puntos) de Vins Miquel Gelabert, nos ha dejado este año la viva representación de lo que un callet ligeramente envejecido puede mostrar. Se trata de un pequeño ejemplo del camino del envejecimiento todavía poco explorado con las uvas locales mallorquinas.
En las Islas Pitiusas, Formentera e Ibiza, se encuentran dos proyectos sobre los que merece la pena parar. A la bodega Cap de Barbaria se le ha de reconocer el mérito de haber posicionado los vinos de una isla tan sobrecogedora como Formentera en el panorama vitícola nacional e internacional. Y lo ha hecho como los grandes, centrándose en la elaboración de una tipología de vinos, en su caso los tintos.
La historia de esta casa se agrupa en torno a dos variables, las uvas locales, representadas a través de la monastrell y la fogoneu, y la adopción de otros varietales extranjeros bien aclimatados y trabajados como el cabernet sauvignon y el merlot. Si antes alabábamos el Gran Vinya Son Caules 2012 por su capacidad de mostrar la evolución en un callet, ahora, en esta bodega formenterana vemos la evolución de un vino a tiempos mayores, con una mezcla magistral, precisa y original en su Cap de Barbaria 2007 (94 puntos), a base de cabernet sauvignon, merlot, monastrell y fogoneu. Desde el año pasado la bodega ha incorporado con sorprendente maestría un vino dulce de solera, Cap de Barbaria Pansit, que en su primer año de cata obtuvo 96 puntos, puntuación que ha vuelto a repetir este año, convirtiéndose en uno de los vinos baleares mejor valorados este año.
En la polivalente isla de Ibiza, alejada de las nocturnidades y poses ibicencas nos encontramos con la bodega Ibizkus, poca fachada pero con un viñedo y unos vinos interesantes, como el Ibizkus 2017 (92 puntos) o Totem 2017 (92 puntos), ambos representantes de la mediterraneidad monastrelera, elaborados con acierto y expresión varietal.
Nos trasladamos ahora a Menorca, un pequeño paraíso con una historia increíble. Sin entrar en grandes detalles históricos, el vino aquí vivió momentos vibrantes, así como momentos de olvido y abandono.
En el municipio de San Luis, en el sureste de la isla, se encuentra una pequeña bodega llamada Binifadet. Allí, el matrimonio formado por Luis Anglés y Patricia Menéndez lleva años trabajando en silencio unos vinos que poco a poco van ganando peso. Esta segunda generación bodeguera es coprotagonista del auge del viñedo en una isla que llegó a producir millones de botellas en el siglo XVIII gracias a la presencia de las tropas inglesas en la isla.
El fundador de la bodega, el menorquín Carlos Anglés trajo a finales de los 70 más de 40 variedades internacionales que plantó y trabajó. Hoy, su hijo Luis se ha centrado en las variedades que más expresión han dado en viña como la chardonnay, merlot y syrah, al tiempo que ha empezado a trabajar con otras variedades baleares.
Menorca es la isla más fresca de todas sus vecinas. Tal y como nos relata Luis “las vendimias aquí son las más tardías por el clima de la isla. Llegamos a vendimiar 15 días por detrás de Mallorca y hasta un mes con respecto a Ibiza”. Este frescor y su característico suelo de mares, como se conoce a la arenisca caliza que se encuentra en el subsuelo de la isla, confieren a los vinos de frescura y suavidad en boca y de una singular presencia mineral. Su Tanca Nº12 2017, un chardonnay que en esta cosecha ha obtenido nada menos que 94 puntos, es un buen ejemplo de todo lo que aún tiene que decir esta isla que poco a poco va ganando productores, aunque a día de hoy tan solo sean 9.
Otra casa que nos ha sorprendido este año en la isla ha sido la bodega Torralbenc, ubicada en el término municipal de Alaior. Su vino Torralbenc Merlot 2017 T (92 puntos) es otro ejemplo más de la correcta adaptación de los varietales franceses en una isla como la de Menorca.
Como puede ver el lector, las Islas Baleares ofrecen un panorama vitícola apasionante. Sus islas nos muestran una viticultura y una enología efervescentes y vibrantes, con vinos de gran complejidad y con gran presencia del denominado terruño. Su capacidad de generar vinos diferentes, con un toque único y diferenciador donde el carácter mediterráneo domina sobre el resto de las cosas, es una de sus grandes fortalezas. La otra son sus gentes, sus viticultores y bodegueros, que luchan contra viento y marea por preservar el paisaje vitícola en una isla donde el turismo ejerce muchas presiones, especialmente en el suelo.