¡¡Vivan los bares!!

25 octubre 2021

Cuando entráis en nuestra web guiapenin.wine aparece esta exclamación para que, con este nombre tan universal, podáis estar al tanto de los mejores bares de copas y botellas, además de todo lo demás que sabemos de estos lugares tan nuestros en los que no falta el pincho, la birra o el café. No me refiero a los bares rurales, donde aún es posible el sosiego de algunos parroquianos jugando todas las tardes al tute o al dominó. Me refiero a los bares urbanos donde, en estos tiempos, no queda un minuto para este recreo económico y tradicional.

Hoy ya no nos choca ver en un bar la figura de una estudiante tecleando en su ordenador junto a la ventana como si estuviera en un Starbucks, pero con la novedad de acompañarse con una copa de vino, como tampoco nos extraña ver un mostrador con cinco o más botellas de vino para ser servidas.

La Fisna

Es intención de esta casa aproximar la Guía con su rigor y especialización profesional a las rutinas más integradas en la sociedad española, como pueden ser ir a los bares, donde el vino alcanza una dimensión más ¿naturalizada? Y, por lo tanto, más comprensible. Los bares, algunos pocos como retratos del pasado, otros actuales con infusiones minimalistas, son los lugares que identifican el rostro sociológico de los españoles. Es su foro romano, como son esos espacios de calle con los vecinos sentados en las sillas de enea de cualquier pueblo.  Es un asunto muy serio porque expone el alma social de los que entran en un bar no tanto para tomar una caña o un café. A veces uno pide un “cortado” de mala gana solo por sentir el ruido humano frente al indeseable ruido del tráfico callejero más impersonal. Es un impulso pasivo en donde, el que va solo, generalmente parroquiano, siempre cruzará unas palabras con el barman o el camarero mientras que distraídamente sorbe un café, un vino o una cerveza. La mayoría de los clientes acompañados entrarán en un escenario cómodo para debatir un partido de futbol, un asuntillo comercial o todo aquello que perturba hablar andando por la calle. El bar es algo así como el concilio del ciudadano, como los cafés de antaño eran del intelecto, del cultismo e incluso de la cultureta. Es la misma curia social con las diferencias entre la élite intelectual y la mayoría asalariada. Apunto la frase de la joven periodista canaria Ana Tristán cuando dice que “el bar es, después del Facebook, el centro neurálgico de la socialización horizontal”.  

Los bares han dejado de ser mostradores tabernarios de vinos sin pedigrí y de pésimos cafés torrefactados que, sin dejar su hálito social, se han convertido en vinotecas, wine bar y toda una suerte de nomenclaturas anglosajonas que, a fin de cuentas, no dejan de ser bares de palabrería moderna. La pandemia nos retiró de las barras y nos obligó a sentarnos pareciéndonos a los extranjeros. Un tiempo sentado que nos permite abrir el portátil y tomar una copa porque los bares de hoy ya no son de vasos sino de copas. Cuando entro en un bar mis ojos se detienen en la pizarra donde se detalla toda una serie de tierras del vino, algunas desconocidas y que, sobre su nombre, pueden aparecer marcas ignotas lejos del confort de vender las más comerciales. Las copas de cristal se erigen en los mostradores enterrando aquellas barras de cinc donde los vasos desgastados a prueba de quiebras se convertían en los receptáculos del vino popular y anónimo.

Berria

Todavía se practican las rondas en las que el menos pensado invita a los demás. En algún bar se oyen las preferencias por un origen, variedad de uva e incluso marca. El bar es la suma de miradas felices, voz alta, tintineo de platos y chorro de vapores cafeteros. El otro día entré en un bar silencioso sin mesas ni gente. No era el bar de sentimientos ni miradas. Es un bar de pokes y que está haciendo furor entre la juventud impaciente. Te acercas al mostrador, pides alguna fórmula oriental, te lo meten en una bolsa reciclable, pagas y huyes. En ese momento pensé en lo importante que puede llegar a ser el ruido de los bares, el ruido de la vida.

    Escrito por Jose Peñín

    Uno de los escritores de vinos más prolífico de habla hispana y más conocido a nivel nacional e internacional.  Decano en nuestro país en materia vitivinícola, en 1990 creó la “Guía Peñín” como referente más influyente en el comercio internacional y la más consultada a nivel mundial sobre vinos españoles.